En joyería no suele utilizarse oro puro, sino aleaciones de oro. Esto incluye también el oro rojo, que adquiere un color rojo y oscuro por la mezcla de cobre. Además del oro fino, que siempre constituye la base epónima del oro rojo, y del cobre, también se añade plata a la aleación para obtener una determinada tonalidad. El oro rojo 333 es tan posible como el oro rojo 585 o 750. El factor decisivo es la proporción en la aleación. Si se añade un 66,7% de cobre al oro rojo 333, el resultado es un oro rojizo intenso. Si el oro 585 se combina con un 14% de plata y un 27,5% de cobre, el oro rojo se vuelve dorado anaranjado. El conocido brillo del oro rojo, u oro rosa, aparece cuando hay una concentración aún mayor de oro fino en la aleación. Es el caso del oro 750 con un 20,5% de cobre y un 4,5% de plata. El oro rosa puede crearse mediante las combinaciones más diversas, en las que el contenido de oro es, por supuesto, decisivo para el valor y el contenido de cobre determina el color rojo. El oro rosa es una variante especialmente noble del oro rojo. El oro rosa suele denominarse simplemente oro rojo. En sentido estricto, la proporción de cobre y plata en el oro rosa es menor que en la mayoría de los demás tipos de oro rojo, y la proporción de oro fino que determina el valor es correspondientemente mayor.
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